El aprovechamiento de este residuo como materia prima oleoquímica –principalmente para la producción de biodiesel- contribuye a disminuir la ecotoxicidad acuática y el agotamiento de la capa de ozono, además reduce el impacto sobre el cambio climático, al tiempo que representa un beneficio social y económico para las ciudades.
A esta conclusión llegó Paola Andrea Torres Ulloa, magíster en Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien analizó la cadena de aprovechamiento y valorización del aceite de cocina usado que se genera en Bogotá, hasta cuando se transforma en materia prima para la industria oleoquímica, con el fin de determinar si en realidad es una alternativa positiva para el medio ambiente.
La idea surgió a partir del Acuerdo 634 de 2015 , con el que la Secretaría Distrital de Ambiente buscó controlar y regular el manejo de estos residuos. “Teníamos que indagar si la solución que se planteaba en la norma, que era aprovechar el aceite, realmente era sostenible para la ciudad”, señala la investigadora.
Para el estudio, se analizó el ciclo de vida (ACV), metodología que permite identificar los impactos que se pueden presentar a lo largo del proceso de reutilizar el aceite de cocina. “Quisimos comparar el aprovechamiento versus el escenario actual, el cual es tratar el aceite de cocina como residuo”, explica la magíster.
El primer paso consistió en acercarse a las empresas dedicadas a aprovechar el aceite de cocina usado, quienes también fueron gestoras del Acuerdo 634 ante la desconfianza de establecimientos como restaurantes a cederles el residuo.
Así, se trabajó con cuatro plantas activas en Bogotá y a partir de ellas se hizo conexión con otros actores como transportadores, con quienes se implementaron mesas de trabajo en las que participaron la Secretaría Distrital de Ambiente y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Esto permitió conocer el método para reaprovechar el aceite, las características de las plantas en las que se lleva a cabo, las cantidades aproximadas que se recogían y la logística del proceso.
Después el estudio se limitó a una sola empresa para analizar el protocolo desde la generación del residuo en restaurantes u otros lugares, hasta su tratamiento previo a la exportación, lo cual incluyó consumos de energía, combustibles y vehículos utilizados, entre otros factores.
El inventario de las emisiones se desarrolló conforme a los datos recolectados en entrevistas a los actores del proceso, referencias bibliográficas e inventarios de emisiones de la base de datos Ecoinvent v3.4.
Según los resultados, la etapa del proceso que genera mayores impactos ambientales es el pretratamiento, en particular el uso de energía en el bombeo y en el proceso de rectificación y deshumidificación a altas temperaturas.
Estos impactos se compararon con los del escenario en el que el aceite es tratado solo como un residuo, en el cual se presentan dos opciones: ir a parar a un relleno sanitario o al alcantarillado a través de los lavaplatos para llegar a ríos y plantas de tratamiento.
“Comparamos los dos escenarios y por medio del software Open LCA calculamos los índices escogidos para el análisis y concluimos que el aprovechamiento es totalmente sostenible, pues se reducen los efectos en comparación con el escenario de residuos en gran cantidad”, asegura la investigadora Torres.
Beneficios ecológicos y económicos
El estudio permitió identificar que, aunque los impactos ambientales más grandes del proceso de valorización están en las etapas de calentamiento y deshumidificación asociados al alto consumo de gas y de energía eléctrica, el aprovechamiento de aceite de cocina usado disminuye impactos de ecotoxicidad acuática, agotamiento de la capa de ozono, eutrofización y cambio climático.
Además conllevan un beneficio social y económico para la ciudad, pues se genera la ganancia bruta de alrededor de 1.700.000 pesos por tonelada de aceite de cocina usado aprovechado, lo cual impacta de manera positiva al propiciar la creación de cerca de 27 nuevos empleos al año.
En cuanto al análisis económico, las operaciones que involucran los mayores costos son el suministro de energía y agua para el procesamiento, lo que indica que se deben plantear esquemas de integración energética y de reutilización del agua para reducir costos e impactos de las plantas de aprovechamiento.
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