Por qué es tan difícil reciclar el césped artificial de los campos de fútbol



El césped artificial se ha convertido en una de las superficies deportivas más importantes. Estamos acostumbrados a darle importancia cuando vemos que se utiliza en algunas competiciones de primer nivel como la UEFA Champions League, la Copa Mundial de Fútbol Femenino o, incluso, en la National Football League de Estados Unidos.


Leonor Gallardo Guerrero, Universidad de Castilla-La Mancha y Jorge García Unanue, Universidad de Castilla-La Mancha


Sin embargo, este tipo de superficie es en realidad muy escasa en el deporte de élite, pues la hierba natural sigue siendo una opción viable. El verdadero desarrollo se da en deporte base o formativo y amateur, donde solo en España este tipo de instalaciones deportivas se cuentan por miles.

En la actualidad, podemos decir que no es posible gestionar el desarrollo del deporte base sin la utilización masiva del césped artificial. Actividades como el rugby, el hockey o el fútbol (el deporte más practicado en el planeta) se benefician de este tipo de material. Todo esto sin contar el pádel, en cuyo caso el césped artificial es la superficie deportiva principal, por no decir la única.

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No hay hierba natural para todos

La explicación de por qué esta superficie es totalmente necesaria para asegurar la viabilidad del deporte es sencilla: porque es completamente imposible atender la demanda con las superficies de hierba natural.

Los campos de hierba natural, partiendo de la base de que se construyan en un clima viable, únicamente pueden acumular 10 horas de uso a la semana. A esto se suman, además, unos extraordinarios costes de mantenimiento.

En el momento que falla uno de esos dos factores, frecuencia de uso o mantenimiento, la superficie se vuelve insegura y poco funcional. Por el contrario, un campo de césped artificial puede ser utilizado casi ilimitadamente y los costes de mantenimiento son mínimos.

Además, las superficies deportivas de césped artificial pueden asegurar su seguridad y funcionalidad mediante controles de calidad acreditados, como los que se podrían realizar en cualquier otra instalación (maquinaria, ascensores, piscinas, etc.). Organismos internacionales como la FIFA, la World Rugby o la Federación Internacional de Hockey sobre Hierba disponen de planes de seguridad del deportista y fomento del deporte base. Estos incluyen reglamentos de control estricto del césped artificial, fomentando su uso a todos los niveles.

Desventajas del césped artificial

Pero no es oro todo lo que reluce. El césped artificial acarrea importantes problemas:

  • Seguridad y mantenimiento. La gran desinformación sobre su mantenimiento hace hace que no se desarrollen adecuadamente las tareas necesarias para llevarlo a cabo. Como consecuencia, campos con únicamente dos años de vida pueden ser poco seguros y nada cómodos para el jugador. Esto provoca una mala imagen de esta superficie. Aunque es frecuente que se realice un control de calidad en el momento de la instalación de un campo, este no se repite durante los años de vida útil.
  • Sostenibilidad ambiental mejorable. Los campos de césped artificial están compuestos por polietileno (fibra), poliuretano o látex (base donde se cose la fibra) y toneladas de arena y relleno de rendimiento, normalmente neumático reciclado, que sirven para dar amortiguación al campo. Dado que un campo debe renovarse cada 10 o 12 años, suponiendo que haya seguido un correcto mantenimiento y uso, supone un importante gasto de recursos de difícil reciclaje. Por ello, el foco de la innovación en su fabricación y desarrollo, tanto tecnológico como administrativo, pasa por diseñar mejores propuestas que aseguren una vida posterior de los materiales utilizados en el campo.

Alternativas de reciclaje y reutilización

A continuación se muestran algunos ejemplos de buenas prácticas que podrían ser desarrolladas por los diferentes fabricantes, constructores y organismos promotores del deporte de base como las administraciones municipales:

  • Reutilización del césped retirado. El coste del reciclaje necesario para destruir todo el material de la moqueta es excesivamente elevado. Esto hace inviable la sustitución de este tipo de superficies en la mayoría de los casos con los presupuestos actuales (sin contar rellenos y teniendo en cuenta que parte del material no se termina reciclando). Por tanto, una de las propuestas más extendidas es poner como requisito en el contrato de sustitución del campo que el césped retirado sea reutilizado. Puede ser con fines decorativos (entorno de otras instalaciones deportivas, edificios públicos o incluso rotondas) o bien en otras instalaciones deportivas recreativas de acceso abierto o urbano.
  • Alternativas al relleno neumático. El relleno de neumático reciclado siempre impone problemas, algunos correctamente planteados y otros basados en especulaciones. Sin embargo, está claro que no es un elemento adecuado para un uso deportivo. En la actualidad existen muchísimas alternativas para conseguir mitigar o sustituir completamente los problemas asociados a este material. En algunos casos se plantean elementos sintéticos alternativos, como los termoplásticos. En otros casos, rellenos naturales como el corcho o la cáscara de nuez. También pueden aplicarse mejoras en los tratamientos a los que se somete el neumático reciclado, como los encapsulados de colores. Además, en la actualidad es posible retirar el caucho del campo viejo y reutilizarlo en el nuevo.
  • Nuevos materiales, principalmente, para los diferentes elementos de la fibra y el soporte donde se cose. En este caso la iniciativa depende de los fabricantes, que ponen esfuerzos en reutilizar materiales de campos viejos en nuevos campos e incluso sustituir materiales por otros más naturales sin que el campo pierda propiedades.

No parece que vaya a disminuir el uso de césped artificial. Todo lo contrario, cada vez habrá más instalaciones de este tipo. Por eso es importante aumentar los esfuerzos encaminados a mejorar su mantenimiento y sostenibilidad.

Leonor Gallardo Guerrero, Profesora e investigadora, Universidad de Castilla-La Mancha y Jorge García Unanue, Profesor e investigador, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.