Universidad colombiana avanza en desarrollo de transgénicos para producción de aceites

Para el investigador líder, Dr. Diego Villanueva (en el centro de la imagen), el uso de semillas transgénicas permitirá enfrentar los retos de la sostenibilidad que generan el cambio climático y la seguridad alimentaria. Imagen: EAFIT

Investigadores de la Universidad EAFIT (Colombia) avanzan en el desarrollo de cultivos transgénicos de sacha inchi y ricino, dos cultivos que contienen un alto nivel de aceite en sus semillas, y son usados en aplicaciones industriales y consumo humano.


EAFIT / .- En productos tan cotidianos como el vino, la cerveza, el algodón, las flores y otros del sector de alimentos como la soya y el maíz, pero también en áreas de generación de farmacéuticos como la insulina o las vacunas se puede encontrar la tecnología de transgénesis. Se trata de la modificación genética de organismos (OGM) o mejor conocidos como transgénicos, un tema en el que investigadores de la Universidad EAFIT (Colombia) viene trabajando hace seis años con el objetivo de ampliar la frontera del conocimiento y aportar en asuntos como la producción agrícola y la seguridad alimentaria.

Desde el año 2015, por ejemplo, investigadores eafitenses empezaron a trabajar en el mejoramiento genético de la sacha inchi y la higuerilla (ricino), dos plantas con alto potencial para el desarrollo del Bajo Cauca Antioqueño, puesto que contienen ácidos grasos con aplicaciones industriales -en el caso de la higuerilla- y para el consumo humano -sacha inchi-. Con ese conocimiento, en 2017 el Grupo de Investigación en Ciencias Biológicas y Bioprocesos (Cibiop) de la Universidad realizó aportes a la modificación genética de estas plantas oleaginosas para mejorar sus características, esto gracias a un proyecto financiado por el Sistema General de Regalías en el que también participaron la Universidad Nacional y UPB.

Dos de los eafitenses que lideran esas investigaciones en transgénicos son Diego Fernando Villanueva Mejía, doctor en biotecnología y jefe del Departamento de Ciencias Biológicas de la Institución; y Javier Correa Álvarez, doctor en genética y biología molecular e investigador del Cibiop. Los docentes trabajaron en el proyecto de oleaginosas y reconocen a partir de ahí se han abierto posibilidades para investigar y proponer iniciativas similares en otras plantas y productos en los que trabajan actualmente como el caso de café, cacao, levaduras, hongos, maíz y bacterias que permiten mejorar la nutrición y las defensas de las plantas frente a otros patógenos. En el país, dice Diego, se destacan avances en otros productos tradicionales como porotos (frijoles), arroz, yuca, caña, papa y cereales.

En varios de estos proyectos EAFIT trabaja en conjunto con agremiaciones y entidades del sector agrícola y una de las razones para avanzar en ese tema, dice Javier Correa es que los beneficios son muchos. “El más valioso es que se pueden desarrollar genotipos más fuertes y que se adaptan mejor en un tiempo muy corto. Para que una especie obtenga mejorar rendimiento deben de pasar muchas generaciones de selección artificial. Con esta tecnología lo que hacemos es acelerar estos procesos».

Diego, quien recientemente fue invitado como experto académico a una de las sesiones de discusión del Proyecto de Ley 328 de 2020, explica que un transgénico es un organismo que ha recibido material genético que procede de una especie diferente. En el caso de las semillas se insertan uno o más genes de especies distintas para hacerlas más resistentes a enfermedades y aumentar la eficiencia en los cultivos. “Eso se ha hecho por la necesidad de introducir nuevas características, cuando por métodos convencionales no es sencillo hacerlo», dice el investigador.

¿Cómo pueden aportar los transgénicos?

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha establecido que en el año 2050 se tendrá que incrementar en un 70 % el contenido de proteína de los alimentos para poder atender a la población mundial. Este panorama, aseguran los investigadores, representa un reto en términos de seguridad alimentaria, un aspecto donde la biotecnología cobra bastante relevancia por sus beneficios para la producción agropecuaria.

«Está demostrado que necesitaríamos tres planetas tierras para alimentar a toda la población. Si a esto le sumamos la idea de que las personas tengan mayor calidad nutricional en su alimentación, ahí es donde la biotecnología y los organismos transgénicos dan una mano. No es la única solución, pero si pueden ser parte de una oferta tecnológica que acompaña muchas otras cosas», indica Diego Villanueva.

Con el fin de desarrollar semillas transgénicas, que ayudaría a la soberanía alimentaria en el futuro, el sector académico puede contribuir al desarrollo biotecnológico teniendo en cuenta que cada región del planeta tiene sus variedades. Al respecto, el profesor Diego destaca los aportes de la investigación en transgénicos para alcanzar los objetivos del desarrollo sostenible al recordar que el calentamiento global es un reto inminente y la agricultura sufre mucho por ese fenómeno. “Al incrementarse la temperatura escasea un recurso fundamental como el hídrico, al calentarse los ecosistemas las plagas se van también desplazando y muchas enfermedades aparecen porque sus vectores se mueven», dice.