Edición genética para lograr los objetivos de sustentabilidad ambiental


Nueva Zelanda tendrá que considerar seriamente la edición de genes para mejorar la producción de cultivos si desea cumplir con los objetivos futuros de sostenibilidad, según afirma la nueva profesora Emérita de la Universidad de Canterbury, la bióloga Paula Jameson.




La profesora Jameson recibió recientemente el título honorífico de Profesora Emérita, que se otorga a un académico sobresaliente en su jubilación. Sin embargo, ella todavía está contribuyendo mucho al campo de las citoquininas, una de las hormonas de crecimiento de las plantas, que ha definido su carrera.

Hablando desde la Universidad de Yantai en China, donde es profesora distinguida a tiempo parcial durante los próximos tres años, la profesora Jameson dice que la legislación de Nueva Zelanda debe ponerse al día con urgencia respecto a otros países.

Los Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón, Brasil y Argentina están aceptando que la edición de genes no necesita el mismo nivel de supervisión reglamentaria que se requiere para la ingeniería genética de plantas [transgénicos u OGMs]. La Unión Europea no lo ha hecho, para gran consternación y sorpresa de la comunidad científica en Europa«, dice.

Siempre fui conservadora respecto a la ingeniería genética abierta, pero ahora estoy hablando enérgicamente sobre los beneficios de la edición de genes. Podemos hacer cambios de un solo nucleótido en una secuencia genética y básicamente imitar algo que ha ocurrido de forma natural. Uno de los ejemplos con los que comparo esto es el mejoramiento por mutagénesis, que los mejoradores pueden usar, donde la irradiación o los productos químicos se usan para mutar el ADN de las plantas, y esto causa muchas mutaciones pequeñas. Sin embargo, con la edición de genes, podemos seleccionar un gen y alterarlo con mucha precisión«.

“Los investigadores ya lo han demostrado con arroz. Existen mutaciones naturales que permiten un mayor rendimiento del arroz. Puedes usar la edición de genes para imitarlas en diferentes cultivaresEn el producto final, no se puede distinguir la diferencia entre la mutación natural y una mutación editada por el gen«.

La Profesora Jameson cree que los neozelandeses deben ser más conscientes de los beneficios de la edición de genes y del potencial para ayudar a lograr objetivos de sostenibilidad a través de un mayor rendimiento y resistencia al estrés ambiental como la sequía y las enfermedades.

La ingeniería genética no es nueva ni tampoco no-probada, afirma: «La primera planta desarrollada por ingeniería genética (IG) se fabricó en 1983, el primer producto comercial se lanzó en 1994. Ahora es 2019 y los países de África y los países en desarrollo de Asia apenas están comenzando a adoptar los cultivos alimentarios modificados genéticamente para mayor resistencia a enfermedades e insectos, en parte debido al temor instalado por los lobbistas anti-IG del primer mundo «.

«Usted y yo hemos estado comiendo productos derivados de la ingeniería genética durante más de una década. Cualquier cosa con canola o soya es probable que provenga de una planta desarrollada por ingeniería genética. No estamos cultivando comercialmente ningún cultivo genéticamente modificado (GM) en Nueva Zelanda, pero deberíamos fijarnos en el crecimiento de plantas editadas genéticamente, ya que la edición de genes es mucho más precisa».

Actualmente Jameson está trabajando con su colega Jiancheng Song para liderar y supervisar el «Proyecto de secuenciación completa del exoma del trigo» financiado por el Gobierno Provincial de Shandong, a través de su Plan de talentos Double 100. Ella dice que el objetivo del proyecto es identificar y caracterizar las mutaciones, y proporcionar a los mejoradores con nuevo material de reproducción, así como publicar artículos en las principales revistas internacionales, que es su «papel clave», afirma.

La semana pasada, el gobierno de Nueva Zelanda presentó al Parlamento un Proyecto de Ley de Carbono Cero para establecer los objetivos de emisiones de gases de efecto invernadero, sin embargo, los activistas dicen que el plazo de 2050 es demasiado largo.

«Necesitaremos usar las mejores técnicas disponibles para lograr esto en nuestros sistemas agronómicos. La edición de genes es una técnica que deberíamos adoptar para ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos», agrega la profesora Jameson.