Los 43 parques instalados producen un tercio de la electricidad que consume el país y le han ahorrado más de 125 millones de dólares sólo en el año 2020
Por Federica Bordaberry
El viento es limpio, no es almacenable, no es controlable, maneja su intensidad cuándo y cómo quiere. El viento no contamina el medio ambiente.
Pero el viento también es gratis, nadie paga por tenerlo, lo usa el que lo tiene, si es que lo tiene. El viento es, en Uruguay, constante. Entonces, el viento también es económico. Es un recurso de valor cero, está en el aire.
Uruguay es el segundo país del mundo con con mayor incorporación de energías renovables en su matriz energética. Y de ella, la mayor parte, por lejos, es la eólica. El único que lo supera es Dinamarca. Después, sí, aparecen países como Irlanda, Alemania, Grecia, España, Reino Unido, Portugal, Australia, Holanda, Suiza, Bélgica, en ese orden.
Uruguay cuenta con un total de 43 parques eólicos que generan energía. Eso representa, hoy, un 33% del origen de la energía eléctrica. El resto proviene de la hidráulica (29%), de la leña y los residuos de biomasa (23%), del gasoil (10%), de la solar (3%) y del fueloil (2%).
El total de la matriz genera 1.410 ktep. Es decir, 1.4 millones de toneladas equivalentes de petróleo. De todo ello, un 96% proviene de energías renovables.
El año 2020 fue el primero en que la energía eólica superó a la hidráulica en la historia del país. Más allá de que ese tipo de energía esté tomando un volumen cada vez mayor, existen otros factores que explican este fenómeno. “El 2020 fue el año más seco y se dio esa circunstancia de que, particularmente, el aporte de la eólica fue mayor porque tuvimos menos agua”, dice el ingeniero Fernando Fontana, asesor de Presidencia de UTE (Administración Nacional de Usinas y Trasmisiones Eléctricas).
Los cables no pueden almacenar energía, no son baterías. Si de un lado hay generadores, del otro tiene que haber consumidores y el balance energético, segundo a segundo, tiene que ser el mismo. Si no, el sistema se desequilibra. “Es como cuando vas en bicicleta y estás en un repecho, tenés que mantener la velocidad”, comenta Óscar Ferreño, Director de Relaciones Institucionales y Regulación de la empresa Ventus.
Ventus es una empresa de capitales uruguayos que brinda servicios para todas las etapas de proyectos de energía renovable e infraestructura.
La energía eólica y la solar son consideradas energías “no despachables”. Cuando hay viento, los molinos dan energía y, si no hay, no dan. La regulación de la potencia depende de la naturaleza. “Como no hay dónde guardar viento y sol, se llaman no despachables. Como el viento tiene costo cero, son las primeras energías que se despachan”, agrega Ferreño.
Esa es la forma en la que se integra la energía eólica con la hidráulica: primero se utiliza la eólica para satisfacer la demanda energética y, si hace falta, se recurre a la hidráulica que está pronta para ser usada. La diferencia entre el viento y el agua es que la última sí se guarda. Está en represas. “Son un matrimonio perfecto”, dice.
Entonces, durante el día se va tomando energía de ese viento. Si no se usara, habría que dejarlo inutilizado porque no se guarda. “En la noche nos ha pasado que, cuando hay mucho viento y poca demanda, hemos tenido que perder viento”, dice Silvia Emaldi, presidenta de UTE.
En general, los excedentes de energía por la noche los toma Argentina. “En ese caso, los precios son bajos, tienen un tope de 28 dólares el megavatio/hora porque sino lo tiraríamos y Argentina aprovecha esa oportunidad que Uruguay le da”, agrega.
Molinos eólicos cerca de la ciudad de Kiyú, al suroeste del Uruguay
La energía también va hacia Brasil. “Están en una situación de sequía mucho mayor de la que estuvimos nosotros y están comprándonos a precio de mercado toda la energía disponible a través de las interconexiones que tenemos con ellos”, comenta Emaldi. Una de las conexiones es a través de la ciudad de Melo, donde se generan 500 megavatios y otra es a través de la ciudad de Rivera, donde se generan 70 megavatios. Ambas ciudades son cercanas a la frontera.
“Esos 570 megavatios estamos exportándolos prácticamente durante todo el día y este año no tenemos casi excedente”, dice.
Aunque toda esta energía, utilizada para la matriz eléctrica, provenga de fuentes renovables, todavía queda abastecer la movilidad y la industria.
La movilidad, en Uruguay, todavía vive casi que en su totalidad a través de combustibles fósiles. “Estamos avanzando rápidamente hacia la transformación eléctrica en movilidad, pero es el gran desafío que tenemos”, dice Walter Verri, subsecretario del Ministerio de Industria, Energía y Minería.
En la matriz energética primaria del 2020, que incluye a la eléctrica, la eólica ocupa el 9% como fuente. Según Verri, no es un mal número, teniendo en cuenta que la hidráulica ocupa solo el 6%.https://flo.uri.sh/visualisation/7428154/embed?auto=1A Flourish chart
“Si fueras a hacer todos los autos eléctricos, tendrías que multiplicar por cinco el sistema eléctrico actual”, dice Ferreño. Es decir, tendría que haber seis veces más la cantidad de parques eólicos que existen en este momento en Uruguay.
El cambio, sin embargo, no viene solamente por parte del gobierno. Tienen que haber personas a las que les interese utilizar movilidad eléctrica, aunque ya hay transporte público y taxis que funciona de esta manera. “Hoy un auto eléctrico no es barato y, además, todavía hay que sortear algunos otros inconvenientes como la autonomía”, comenta Verri. Es por eso que a los autos eléctricos aún les cuesta entrar en competencia, porque son caros.
Un estudio desarrollado por la Asociación Uruguaya de Generadores Privados del Uruguay (AUGPEE) ha estimado que el ahorro del sistema eléctrico a partir de la incorporación de fuentes renovables como la eólica y la solar es más de 744 millones de dólares en el periodo 2007-2019.
En el año 2020, el año que fue particularmente seco, estas energías renovables permitieron un ahorro de más de 125 millones de dólares.
En el año 2020, que fue particularmente seco, las energías renovables que utiliza Uruguay para abastecer al país permitieron un ahorro de más de 125 millones de dólares.
“Es una de las razones por las que tenemos que tender hacia la movilidad eléctrica lo más rápido que podamos, no solamente por el cuidado del medio ambiente, también hay razones económicas. Hoy somos importadores de una materia prima, somos tomadores de precio”, dice Verri.
El camino hacia la energía eólica
Fueron dos cosas: el tamaño de la inversión y la velocidad con la que se dio. “Eso se debe a algunas de las características que tiene Uruguay y que facilitaron ese proceso”, dice Alejandro Perroni, miembro del Consejo Honorario del Observatorio de Energía y Desarrollo Sustentable de la Universidad Católica.
Uruguay tiene una larga tradición de uso de energías renovables a través de la hidráulica. “Fue de los primeros países de la región en agotar su capacidad hidroeléctrica, todas las centrales de gran porte que tenía para hacer el Uruguay ya estaban hechas”, agrega Perroni.
Entonces, ¿por qué Uruguay abrió sus puertas a la energía eólica? Porque había problemas de suministro, llegando a haber cortes de luz, porque el país estaba sujeto a los precios volátiles del petróleo y porque dependía, además, de si llovía o no llovía para tener energía hidráulica.
Molinos eólicos cerca de Kiyú. Detrás, una central de UTE que procesa la energía. Delante, un nido de horneros mezclándose con la actividad eólica.
“Llegamos a la energía eólica por necesidad, creo que es claro que Uruguay necesitaba instalar generación y la ley de marco regulatorio en el último gobierno de Jorge Batlle fue el que abrió la puerta para que se dieran todas estas inversiones”, comenta Verri. Eso y, obviamente, un sistema político lo suficientemente maduro como para hacer un acuerdo multipartidario sobre generación de energía. Ese marco regulatorio se aprobó en 2010 aunque, confiesa Verri, “hoy lo tenemos en revisión”.
Las condiciones de partida en aquel momento, para Uruguay, eran buenas. Según Perroni, había “una buena red de transmisión potente, interconexiones internacionales potentes con Argentina y Brasil” y los mercados externos.
El negocio de poner parques eólicos tiene poco costo variable porque el viento no vale nada. El mantenimiento de los molinos es bajo, pero hay inversión de maquinaria. “Las bajas tasas de interés hicieron posible que los precios de la energía eólica se hicieran competitivos, el desarrollo de la tecnología en el mundo también bajó los precios y mejoró el rendimiento de las máquinas”, cuenta Perroni.
También está la seguridad legal: Uruguay tiene una estructura institucional y una historia de cumplimiento de sus contratos que, sumado a lo anterior, lo vuelve atractivo para inversores. “Los principales jugadores desde el punto de vista tecnológico-financiero que podían venir a Uruguay a invertir lo hicieron y desarrollaron sus proyectos acá”, dice.
Se hicieron contratos con inversores públicos y privados a través de licitaciones de UTE. La mayoría, a través del sector privado. Los contratos se llamaron PPA (Purchase Power Agreement) y establecían la compra de energía por los próximos 20 años, sin importar si UTE la utilizara o no. El precio de venta de la energía sería lo que se llama el precio “de mercado spot”.
El mercado spot es el mercado al contado, donde cualquier activo se compra o vende con entrega inmediata al precio actual de mercado. La compra fija de energía dio seguridad y rentabilidad a los inversores.
Con respecto a beneficios fiscales para motivar la inversión, eran pocos: no se cobraba el impuesto del IVA. Entonces, la fortaleza uruguaya era otra, la seguridad jurídica.
En muy pocos años, Uruguay se convirtió en un referente en la incorporación de energía eólica a nivel internacional. Forjó su camino propio. Según el Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM) hasta el año 2006 la escuela desarrollada por países como Alemania o España marcaba que la incorporación de energías renovables requería de mecanismos feed-in-tariff. Eso quiere decir que para que una tecnología se desarrollara debían reconocerse en su tarifa los sobrecostos que esta demandaba.
En ese momento, es cuando comienza a desarrollarse en la región latinoamericana la idea de incorporar energías renovables en régimen de competencia. Eso quiere decir que una fuente se incorpora cuando es rentable económicamente para el sistema eléctrico su introducción.
Uruguay tiene una estructura institucional y una historia de cumplimiento de sus contratos que lo vuelve atractivo para inversores
En Uruguay, se realizó la primera convocatoria a inversores en 2006. Volvió a pasar en 2009 y 2010. Después, sobre la base de la última convocatoria, en 2011 se produjo la mayor incorporación a partir de proyectos presentados al proceso competitivo. “En síntesis, no copiamos un modelo, sino que recorrimos nuestro propio camino”, declara el MIEM.
Sin embargo, eso no quiere decir que Uruguay no haya aprendido de otros países para desarrollarse en lo eólico. España, a través del CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas), colaboró en el desarrollo de capacidades a nivel del sector público. Dinamarca, a través de compañía Energinet, fue referente en materia de cómo lograr en forma segura una alta penetración de energías renovables variables a un sistema eléctrico.
“Hoy hay, más o menos, 1.5 gigavatios instalados, pero la capacidad on shore, o sea en el territorio uruguayo, es veinte veces más que eso y en el mar es ochenta veces más que eso”, dice Perroni. Entonces, a medida que vaya creciendo la demanda de energía eléctrica, crecerá la matriz y se necesitarán más inversiones.
“Existe la posibilidad de poner aerogeneradores en el agua, pero tenemos mucha tierra y pocos habitantes, así que hay mucha tierra despoblada y los molinos no molestan”, dice Ferreño.
Pública y privada
De los 43 parques eólicos con los que cuenta Uruguay, un 20% pertenecen a UTE y el otro 80% son de inversores privados. Algunos son mixtos. Es el caso del parque Pampa, que es privado porque fue creado bajo una estructura de fideicomiso, pero donde UTE tiene 20% parte del capital invertido.
Pampa es el parque eólico más grande de Uruguay. Empezó a funcionar en 2016 en Tacuarembó, al noreste del país. Cuenta con una generación de 142 megavatios, mientras que el resto de los parques cuentan con potencias de entre 40 y 70 megavatios. El costo total de su obra fue de 321 millones de dólares.
Según Luis Olvera, Gerente de Comunicaciones de Ventus, colocar un molino eólico de 1 megavatio tiene un costo estimado de entre 1,5 a 2 millones de dólares. Sin embargo, esa cifra también depende del país, de la ubicación, de la escala.
UTE compra toda la energía que generen los parques eólicos. Así lo dictan los contratos que fue haciendo: veinte años de compra constante, siempre y cuando generen energía, así UTE la necesite o no. Pero no pueden venderla a nadie más.
“La construccion de un parque eólico requiere de un contrato de una demanda segura por un plazo de largo tiempo”, dice Perroni.
Uruguay es el país que cobra la energía eléctrica más cara a residenciales en la región, más que Chile, Brasil, Argentina o Paraguay
La generación de energía es libre, la producen tanto públicos como privados. Lo que es reservado para UTE, en forma de monopolio, es la compra y distribución de la misma. “No hay chance de que lo venda a un tercero porque los contratos son 100% para UTE”, dice Emaldi.
Si los primeros contratos PPA de UTE fueron para comprar un megavatio hora a 90 dólares, hoy ese precio se encuentra en 70 dólares.
Uruguay es el país que cobra la energía eléctrica más cara a residenciales en la región. En agosto de 2021, el reporte de indicadores energéticos de SEG Ingeniería mostró que en Uruguay se cobran 242 dólares el megavatio/hora, mientras que en Chile cuesta 179 dólares, en Brasil 165 dólares, en Argentina 66 dólares y en Paraguay 59 dólares.
También existe otra forma de consumir energía eólica: la autogeneración. “Hay muchos que tienen sus propios generadores para abastecer su producción. De repente, vas a ver al lado de un frigorífico un molino, o al lado de un aserradero”, dice Verri. La energía que generan esos molinos es para el consumo propio y, si les sobra, pueden inyectarlo a la red y vendérselo a UTE a través de un contrato. Aunque la mayoría no tiene.
La magia de los molinos
En cierto sentido, un molino se parece a una cometa.
La velocidad de giro es de 16 o 17 revoluciones por minuto. La punta de la pala gira, entonces, a 200 kilómetros por hora. El sistema se frena solo si el molino se pasa de revoluciones y la operación es totalmente automática.
En el tope, el molino cuenta con una estación meteorológica que le ayuda a saber si el viento es indicado o no. Cuando el viento se excede, las palas pasan a una posición de equilibrio, o una posición de seguridad, para no romperse.
El viento mínimo que necesitan los molinos para generar energía son los vientos de clase tres, los más bajos. Su velocidad es de tres metros por segundo. Entonces, los molinos preparados para los vientos bajos frenan cuando aparecen los vientos de clase uno, los que van a 72 kilómetros por hora (o veinte metros por segundo). Esos son los tipos de viento que aparecen, por ejemplo, durante tormentas y temporales.
La base de un molino eólico es redonda, al igual que su única abertura, la puerta. Todo esto tiene que ver con las presiones ejercidas por los ángulos rectos.
Este mecanismo se llama “control de potencia por velocidad variable”. Lo que intenta es que las variaciones bruscas del viento no se conviertan en variaciones bruscas de electricidad. Esto es esencial para la energía de buena calidad. “Antes, si estabas en una casa conectada a un molino veías cómo subía y bajaba la tensión, como si hubiera guiñadas”, dice Ferreño.
Es esta parte la que funciona como una cometa. Cuando el viento aumenta, en vez de que se aumente la energía recibida, se aumenta solo la velocidad de giro de las palas. Es como si se soltara o se achicara el hilo que agarra una cometa. A mayor viento, se destensiona así el hilo no se corta. Dejar girar más al molino, sin convertirlo en energía eólica, sino en la energía del movimiento (energía cinética) es lo que alivia todo.
Alivia los esfuerzos internos del molino, alivia el esfuerzo de las palas y alivia la salida de energía.
Una de las ventajas de la energía eólica es que el viento no es constante de la misma forma en todos los puntos del país. Cuando hay tormenta o temporal, no todos los molinos están parados al mismo tiempo. De la misma manera, es muy difícil que no haya viento en ninguna parte. De hecho, a lo que se le llama “sequía de viento” dura unas pocas horas, a diferencia de las sequías de agua.
Una pala de molino en reparación. Están hechas de fibra de vidrio, con el mismo sistema que usan los barcos
A unos pocos kilómetros de la ciudad de Libertad (al oeste de Montevideo, alrededor de 10.000 habitantes) está uno de los parques eólicos gestionados por Ventus. Allí, las palas de los molinos miden 48 metros de largo cada una. Sumando el motor, en total, el diámetro es de 100 metros.
Allí, también, cada tanto aparecen sombras causadas por las palas girando. “Esto de las sombras que pasan es uno de los impactos ambientales más grandes que tiene el molino. Si hay una casa cerca y pasa esa sombra una vez cada tres minutos, molesta bastante”, dice Ferreño. Pero no las hay. Hay campo crecido, hay animales pastando, hay horneros armando nidos. Y no hay ruido: los molinos eólicos no generan contaminación auditiva a no ser que se esté parado debajo de uno.
A los dueños de los campos donde se colocan los molinos, se les arrienda la tierra. Casi que el 1% de la producción del parque eólico va para el campo. “Al precio de estos contratos es, más o menos, unos 5.000 dólares por molino, por año. Les ocupa muy poquito, media hectárea. Es una actividad agropecuaria más, es como ponerle un segundo piso al campo”, agrega Ferreño.
El interior de una pala de molino en reparación, tiene un largo de 48 metros aproximados
Las palas están hechas de fibra de vidrio, lo mismo que se utiliza para hacer barcos o para recubrir tablas de surf.
“Tenemos todo un departamento de mantenimiento porque, como toda maquinaria, hay que chequearla constantemente. Hay un centro de monitoreo en las oficinas con todas las alarmas que genera el parque y se les hace mantenimiento predictivo”, dice Luis Olivera.
A las palas hay que mantenerlas, hay que arreglarlas cuando las golpea un rayo y hay que limpiarlas. Aunque en Uruguay esto último no es tan común porque las limpia la lluvia.
En otro sentido, un molino eólico también se parece a un alambre.
Todo lo que hay dentro del molino está pegado con imanes. Las escaleras, el ascensor para uno, la bisagra de la puerta, la cerradura, todo. La intención es no perforar la estructura para que no haya ninguna concentración de presiones que puedan provocar grietas o fatigas.
Lo cierto es que el único orificio es la puerta, que tiene un refuerzo especial y es redondeada porque los ángulos rectos son concentradores de presión.
A un alambre, cuando se lo empieza a doblar se agrieta hasta que se quiebra. El molino funciona así. Se intenta que no haya orificios ni puntos en los cuales se pueda concentrar presión para que no se quiebre. Y por eso es que los molinos eólicos tienen una vida útil de, más o menos, veinte años.
Estructura de la parte de adentro de un molino vista desde abajo. A la derecha, algunos imanes rodeando la forma redonda de la base
“Yo creo que en cualquier lugar en Uruguay es apto”, dice Ferreño con respecto a cuál es el lugar ideal para poner un molino. Lo que es seguro es que el suelo tiene que ser firme, pero la altura, a diferencia de lo que se creía antes, casi que no importa.
“Uruguay es un país suavemente ondulado, entre la parte alta y baja hay, de repente, menos de cien metros. Si los molinos tienen cien metros de altura, poco me importa el lugar geográfico donde lo voy a poner. Voy a tratar de que estén en una loma, pero cuanto más grande es el molino menos me importa que sea en una loma”, comenta Ferreño. El viento en Uruguay, a cien metros de altura, es prácticamente igual en todo el país.
No hay grandes ciudades, no hay rascacielos, no hay montañas. Así que el viento no tiene barreras y es bueno en cualquier lugar. El primer parque eólico en Uruguay fue en Sierra de los Caracoles, en el departamento de Maldonado en el 2009, con 10 megavatios de potencia. Fue elegido por aquel mito de que se necesitaban lugares altos para poner molinos.