Construir una ciudad que solo utiliza energía solar es un desafío, incluso en la soleada Florida. Y no solo por razones técnicas: lograr que el comprador medio se vuelva ecológico significa tener que llegar a acuerdos.
A primera vista, Babcock Ranch se parece mucho a otros pueblos acogedores de Florida. Zonas residenciales de casas luminosas con cubiertas a dos aguas, fachadas de madera y grandes porches frontales dan forma a un paisaje llano. Las palmeras locales adornan los jardines bien cuidados. Y detrás de las fachadas se esconden la alta tecnología y la sostenibilidad.
Los techos son de metal, para reducir los costes de calefacción y refrigeración, y se extienden mucho más allá de la fachada para proporcionar sombra adicional. En los garajes, hay conexiones para la carga de coches eléctricos, y sólo el 30 por ciento de la zona ajardinada es césped. El resto está cubierto por plantas nativas menos sedientas. La población utiliza las llamadas «aguas grises” de la depuradora local y el agua de lluvia para regar los jardines y rellenar los lagos. Las calles no tienen desagües ni bordillos.
Esta mezcla de tradición y modernidad es una de las razones por las que Richard y Robin Kinley decidieron mudarse a esta nueva ciudad, al noreste del barrio periférico de Fort Myers, lleno de centros comerciales y campos de golf.
«Fue toda esa tecnología oculta, la enorme planta solar al final de la calle, o el hecho de que todas las casas tuvieran una conexión de fibra óptica con internet rápido, lo que nos animó”, explica Richard Kinley a DW. «Fue una mezcla muy buena para nosotros, toda esa tecnología para mí y una casa tradicional de estilo floridano, como a Robin le gusta”. La otra razón es que querían escapar del caos del tráfico de Atlanta y «disfrutar de un ambiente más limpio para la jubilación”, añade Robin.
«Ahora prefiero llevar una vida más tranquila”, confiesa.
Conseguir que una ciudad solar despegue
Los Kinley fueron de los primeros en mudarse a Babcock Ranch, en enero de 2018. Desde entonces, la ciudad está en continua expansión. Semana tras semana se construyen nuevas casas y la calle rodeando la residencia de los Kinley va tomando forma. Se espera que el área de 7.200 hectáreas albergue a 50.000 personas en 19.500 hogares.
Para finales de 2018, 250 casas deberían haber sido vendidas. Pero llegar tan lejos ha sido difícil, según Syd Kitson, impulsor del proyecto.
En 2005, al futbolista profesional estadounidense convertido en promotor inmobiliario, se le ocurrió la idea de crear una ciudad sostenible alimentada únicamente con energía solar.
«Queríamos que Babcock Ranch fuese la primera ciudad con energía solar de los Estados Unidos, quizás incluso del mundo”, señala Kitson.
Para ello, primero compró 36.800 hectáreas de tierra en el llamado «Estado del Sol” y luego vendió 29.500 hectáreas al Estado, que declaró la tierra como reserva natural en el negocio ecoinmobiliario más grande de Florida.
Aún así, no fue fácil.
«Hace ocho o nueve años, nos dimos cuenta de lo difícil que sería en realidad convencer a la gente de que estábamos haciendo lo correcto”, recuerda Kitson.
Lo que no había tenido en cuenta en su visión era la cantidad de gente que podría verse desanimada por el precio promedio de 17.500 euros (20.000 dólares estadounidenses) para instalar paneles solares en el techo de sus casas unifamiliares.
Necesitaba una idea para impulsar su ciudad solar en un Estado que depende en gran medida de los combustibles fósiles.
¿Un acuerdo solar pero con una desventaja?
La solución de Kitson fue donar aproximadamente 180 hectáreas de tierra a Florida Power & Light (FPL), una compañía de servicios públicos con más de 10 millones de clientes.
A cambio, FPL instaló una planta de 340.000 paneles solares con una capacidad de generación de 75 megavatios, su mayor instalación hasta la fecha. Hay planes para duplicar la capacidad a principios de 2019. De esta manera, la ciudad generará más energía de la que consume y podrá almacenarla en baterías in situ.
A través del acuerdo, la ciudad utiliza la electricidad producida por el centro de energía solar de FPL. Así, los residentes no tienen que hacerse cargo del costo de inversión inicial para la instalación de sus propios paneles solares. Sin embargo, tendrán que seguir pagando la tarifa estándar de la electricidad.
A largo plazo, esto podría ser un inconveniente, según Jody Finver, coordinadora del programa Solar United Neighbors, una compañía sin ánimo de lucro que ayuda a los propietarios a cambiar a la energía solar.
«Me gustaría ver más casas con paneles solares en el techo”, dice Finver. «La mayor motivación es que si se tiene un sistema solar en el tejado, se reducirá la factura de la electricidad. Y cualquier cosa que alimente la red trae beneficios económicos a los propietarios”.
Al menos teóricamente, Babcock Ranch podría llegar a ser más independiente de su parque solar local en el futuro. Todas las casas están construidas de tal manera que se puedan instalar paneles solares en el techo. En el centro de la ciudad, cada edificio ya cuenta con un panel solar en el tejado. También se pueden encontrar colectores en forma de árbol en parques y centros comerciales.
Aunque su fórmula no sea vanguardista desde una perspectiva global, para Kitson tenía sentido asociarse con una compañía de energía que tuviera los recursos para atraer a los compradores estadounidenses.
No solo para pensionistas
Kitson espera que los compradores sean de todas las edades, algo que, reconoce, es fundamental para crear una ciudad llena de vida.
«Cuando la mayoría de la gente piensa en Florida, piensa en pensionistas. Dicen: ‘Vaya, es un buen lugar para retirarse’. Pero también hay muchos jóvenes, que viven aquí”, aclara Kitson.
Para lograr la mezcla adecuada de diferentes generaciones, el promotor inmobiliario ha creado piscinas, senderos naturales y lagos para la pesca y la navegación. En el gimnasio hay dispositivos que generan electricidad cuando se entrena en ellos.
La escuela local ofrece un programa de educación ambiental conocido como «greenSTEAM”, que combina ciencia, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas.
Los residentes también pueden usar una aplicación para pedir un vehículo sin conductor desde el lugar donde se encuentren. Asimismo, se espera que los autobuses escolares de la ciudad sean eléctricos.
Para aquellos que ya viven en Babcock Ranch, como Richard Kinley, esta es una forma de asumir cierta responsabilidad por el medio ambiente.
«A medida que envejezco, se ha hecho más importante para mí llevar una vida sostenible”, afirma. «Me gusta llamarlo llevar una vida ‘libre de culpa’. Ya sólo el hecho de tener un coche eléctrico que anda con energía solar me parece importante», explica.
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