El maíz fue modificado con genes de un tomate del desierto de atacama y mantiene un 80% del rendimiento bajo condiciones de extrema sequía. La investigación se lleva a cabo en la Universidad de Talca con fondos públicos.
Según los expertos, por causa del cambio climático el desierto y la aridez avanzan hacia el sur aproximadamente 4 kilómetros por año, lo que hace necesario contar con plantas resistentes a la escasez hídrica.
Universidad de Talca / .- La falta de agua y la degradación de los suelos cultivables son algunas de las condiciones que ponen en serio riesgo las futuras fuentes de alimentación de la humanidad. Por ello, el Instituto de Ciencias Biológicas (ICB) de la Universidad de Talca lleva años investigando plantas y semillas que puedan sobrevivir y producir en condiciones ambientales extremas como la sequía, la salinidad y los cambios constantes de temperatura.
Una de ellas es el maíz que, junto al arroz y el trigo, es uno de los tres cereales que más se utiliza para la producción de alimentos en el mundo.
“Para asegurar la alimentación del mañana una de las fuentes principales es el maíz, además de eso es una especie considerada dentro del grupo de las plantas modelo de estudio donde se puede hacer experimentación y conocer cómo se desarrolla”, planteó Simón Ruíz, académico del ICB y director del programa de Doctorado Ingeniería Genética Vegetal de la Universidad de Talca.
Agregó que “este cultivo es trascendente porque sirve tanto para alimentación humana como animal, e incluso como biocombustible, de tal manera que la comercialización y el nivel de producción del maíz en el mundo es muy alta, por lo tanto, es un cultivo estratégico en el cual trabajamos para ver la tolerancia a la sequía”.
En los laboratorios del citado Instituto, se aislaron genes que soportan estrés hídrico de plantas de tomates silvestre nacional (Solanum chilense), que crece en el desierto de Atacama, y se introdujeron, a través de una bacteria (Agrobacterium tumefaciens), en plantas de un híbrido de maíz (variedades HI2 y B73).
“Hicimos un tratamiento de sequía, en esas plantas, para que no tuvieran riego durante 52 días, tiempo que incluía la floración y el llenado de granos. El resultado fue que las plantas en las cuales habíamos puestos los genes tenían un 80% de productividad en comparación con sus hermanas, que no llevaban los genes, que alcanzaron solo un 20% de rendimiento. Eso nos permite decir que esas plantas de maíz fueron tolerantes a la sequía y presentaron un nivel de productividad lo suficientemente alto”, indicó Ruiz.
Este trabajo comenzó el año 2000 con un proyecto de innovación agraria, en el que se aislaron más de 78 genes de tomates chilenos, los cuales otorgan ciertos grados de tolerancia al estrés hídrico.
“De esos genes hemos probado, hasta la fecha, un cierto número, todavía estamos ensayando y probando. Hay algunos que dan más tolerancia a la sequía, otros más a la salinidad del suelo y ahora estamos evaluando tolerancia a altas temperaturas que es un aspecto importante y que nos interesa investigar porque el cambio climático y el calentamiento global traen como consecuencias alza de las temperaturas, disminución de la cantidad de agua disponible, salinidad en el suelo y falta de nutrientes, que es lo que provoca la desertificación”, subrayó el investigador utalino.
Por ahora las semillas de estas plantas genéticamente modificadas aún no están disponibles para el mercado, principalmente por la exigente normativa.
“Para poder llevar estas plantas a nivel comercial tienen que pasar muchos estudios de seguridad, inocuidad ambiental, para alimentación de personas, hay que hacer muchos ensayos, eso se demora entre 10 a 15 años para obtener esos permisos, por lo tanto hay bastante trabajo que hacer”, advirtió el profesor Ruiz.