El material se obtuvo a partir de un cultivar de tomate cherry, editando con CRISPR uno de los genes de una familia que se venía estudiando desde hace 10 años, explica la doctora Martha Lucía Orozco, ingeniera agrónoma de la Universidad Nacional de Colombia y Doctora en Fisiología de Plantas de la Universidad de Washington.
La investigadora, con su equipo de trabajo, adelantó el proceso de ingeniería genética para desarrollar esta planta en el Centro de Investigación en Ingeniería Genética de la Universidad de California.
La doctora Orozco corroboró que se trata de la planta de tomate más pequeña del mundo, más que la variedad Micro-Tom reportada en la literatura científica y con la que se hizo la prueba de control, pero la planta desarrollada por ella resultó ser todavía más chica, detalló.
Gracias a este hallazgo, a principios de este año el equipo de la investigadora fue uno de los dos elegidos por la NASA como destinatarios de financiación en la categoría de “plantas”, por la posibilidad de cultivar tomate en áreas más reducidas dentro de las estaciones espaciales.
La planta de tomate despertó interés en la agencia estadounidense porque el multiplicarla podría aportar a la calidad de vida de los astronautas en el espacio, pues además de ser una fuente de alimento, como ser vivo que requiere de cuidado y atención sería un aporte a la estabilidad emocional de los astronautas, comentó la experta.
Esta variedad “florece y produce raíces como cualquier otra, pero en tamaño muy reducido. Además se destaca por producir más semillas que el tomate cherry”, destaca.
“En el proceso se implementó la técnica moderna de edición de genes usando la tecnología de CRISPR. Lo que hicimos fue la eliminación puntual (mutación) en uno de los nucleótidos del gen que controla el tamaño de la planta”, asegura la investigadora.
Cultivos más resistentes
Como directora del Centro de Investigación en Ingeniería Genética de la Universidad de California, cargo que ocupa desde 2002, la doctora Orozco defiende este tipo de trabajos por permitir el mejoramiento más rápido, dirigido y preciso de los cultivos.
En su trayectoria ha obtenido varias patentes relacionadas con métodos para mejorar la resistencia y el crecimiento de plantas en condiciones de estrés. En estos procedimientos trabajó con cultivos de tomate y papa, entre otros.
En investigaciones previas en torno al cultivo de tomate en la Universidad Estatal de Washington, la doctora Orozco contribuyó a identificar por primera vez en la historia un polipéptido hormonal que se mueve de una célula a otra para activar sistémicamente las respuestas de defensa de plantas ante las plagas o el estrés.
Con ese hallazgo, y a través de procesos de ingenieria genética, se pudo mejorar en un 80 % la resistencia del tomate a la plaga Spodoptera spp. –una de las que más afecta el cultivo en el mundo– en condiciones de invernadero.
“El mejoramiento de las especies por medio de técnicas modernas biotecnológicas como la edición genética se debe adelantar en cada país, porque cada territorio tiene condiciones ambientales específicas que inciden en el funcionamiento de las plantas desarrolladas. Cuando los materiales foráneos se van a introducir en una zona, se deben realizar pruebas antes”, precisa la investigadora.
En esa medida, destaca la promoción de la investigación que ha podido ejercer con estudiantes de diferentes nacionalidades, de los cuales el 90 % ha seguido vinculado a programas académicos de posgrado y el 10 % trabaja con la industria.
En Colombia, afirma, se cuenta con recursos humanos para profundizar la investigación en mejoramiento genético y se ha avanzado en el fortalecimiento de programas de posgrado orientados a responder a las necesidades del país.
“En la U.N. Sede Palmira conté con una excelente formación en ingeniería y biología. Para quienes cursan sus estudios en este campus hay ventajas comparativas por estar en Palmira, una de las principales ciudades agrícolas de Colombia, y por la disponibilidad de centros de investigación como el CIAT”, expresa.
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