En 2019 más de 190 millones de hectáreas fueron sembradas son semillas modificadas genéticamente en 29 países: 24 en países en vías de desarrollo y 5 en países industrializados.
Una apuesta global firme por la biotecnología agraria que contrasta con el escepticismo de la Unión Europea, que sigue cerrando las puertas al cultivo de estas variedades pese a permitir su importación. Un bloqueo político al cultivo de variedades pese a que hayan superado los controles de seguridad de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Europa puede importar 109 transgénicos, pero de ellos solo puede cultivar uno, el maíz Bt. Una postura anticientífica que sitúa a los agricultores europeos en una situación de desventaja con sus competidores.
En este oasis involución europea, España es el país con mayor superficie de cultivo del maíz Bt. Una variedad resistente a una plaga muy presente en la Península Ibérica, razón por la que la apuesta de los agricultores españoles y portugueses por estas semillas sea muy fuerte. En 2020 se cultivaron más de 98.000 hectáreas de maíz Bt en España. El porcentaje de maíz biotecnológico respecto al total de maíz sembrado en España cada año suele ser del 30%. Aragón y Cataluña fueron las comunidades con mayor siembra, con más de 40.000 y 31.000 hectáreas respectivamente, y es que la zona más afectada por esta plaga es el Valle del Ebro.
SOBRE EL MAÍZ BT
El maíz Bt está modificado genéticamente para ser resistente a la plaga del taladro. Para conseguir dicha inmunidad expresa una proteína natural del suelo llamada Bacillus thuringiensis (Bt). Esta proteína sintetizada es inocua y es el insecticida biológico más aplicado en el mundo. Es la misma proteína autorizada en la lucha contra plagas en la agricultura ecológica ya que se trata de un pesticida natural. Bt es una bacteria natural grampositiva que habita en el suelo, de ésta se extrae la toxina Cry que actúa como insecticida y que se ha utilizado desde la década de 1950 para el control natural de insectos. Se ha demostrado que esta protección incorporada reduce la necesidad de fumigación con insecticidas.
MÁS PRODUCCIÓN
Cada año entre 120.000 y 150.000 hectáreas sufren el ataque del taladro en España, lo que supone hasta el 35% del total de maíz sembrado. El taladro, también conocido en otras partes del mundo como barrenador del maíz, es una plaga que se come la planta por dentro debilitándola hasta hacer que caiga al suelo y acabe muriendo. Esto provoca importantes pérdidas a los agricultores. El maíz Bt permite eliminar las pérdidas de cosecha provocadas por el ataque de esta plaga. En 21 años de cultivo de maíz Bt en España y Portugal (1998-2018) se ha conseguido una producción adicional de maíz de 1,89 millones de toneladas. Para alcanzar esos niveles de producción con maíz convencional habría sido necesario cultivar una superficie agrícola adicional de 15.240 hectáreas en los dos países.
MENOS INSECTICIDAS
Además de eliminar las pérdidas de cosecha, el maíz Bt permite a los agricultores reducir la mano de obra y la aplicación de fitosanitarios, aumentando así sus ingresos. Veamos el caso de España. En esos 21 años, el cultivo de maíz Bt ha permitido optimizar el uso de insecticidas reduciendo su uso en 678.000 kg en España, aplicándose un 37% menos de ingredientes activos de los que se habrían usado en un cultivo convencional. Esto ha conseguido reducir un 21% el impacto ambiental asociado con el uso de insecticidas en el cultivo del maíz.
MÁS SOSTENIBLE
Indirectamente, el maíz Bt también ha contribuido al ahorro de agua gracias a los mayores rendimientos y su incremento productivo. Conseguir la producción alcanzada con semillas convencionales en España y Portugal entre 1998 y 2018 habría requerido el uso adicional de 1.042 millones de m3 de agua de riego.
Solo en España, el cultivo de maíz Bt ha evitado la liberación a la atmósfera de 1,58 millones de kg de dióxido de carbono, el equivalente a retirar 980 automóviles de la circulación durante un año. Este ahorro se deriva de la reducción del uso de 593.000 litros de combustible. La reducción del uso de principios activos también ha logrado un ahorro en el uso de agua. Durante este periodo, 705.000 hectáreas han dejado de ser tratadas con insecticidas con un ahorro derivado de uso de agua de entre 141.000 y 705.000 m3.
EL PRECIO DE LA SEMILLA
Pese a que el precio de la semilla biotecnológica es mayor que la semilla convencional, al agricultor le sale rentable apostar por ella. La reducción de las pérdidas y los ahorros derivados de la resistencia al taladro hacen que los beneficios sean superiores. Entre 1998 y 2018 se ha registrado en España y Portugal un aumento en los ingresos de los agricultores 285,4 millones de euros gracias al maíz Bt. Por cada euro extra gastado en la compra de esta semilla respecto al coste de la semilla convencional, los agricultores han obtenido 4,95 euros en ingresos adicionales. El aumento productivo y la reducción de costes ha aumentado los ingresos de los agricultores en una media de 173 € por hectárea, impulsando las economías rurales de los dos países.
LA COEXISTENCIA
En 24 años de siembra continuada de maíz Bt en España (1998-2021) no se ha registrado ni un solo litigio entre agricultores por problemas de coexistencia. La convivencia entre cultivos es una realidad en España, una práctica posible y totalmente necesaria para garantizar las libertades de los agricultores. Existen unas prácticas de coexistencia que se reparten en cada paquete de semillas y que cumplen los agricultores. Además, la seguridad de los cultivos transgénicos está garantizada por la más estricta e independiente evaluación científica realizada por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y por las agencias de seguridad, sanidad y medio ambiente presentes en cada país comunitario.
DESIGUALDAD COMERCIAL
Los agricultores europeos ven con indignación cómo se permite importar la producción de cultivos que a ellos se les prohíbe sembrar. Actualmente la Unión Europea tiene aprobada la importación de 109 variedades transgénicas, sin embrago sólo permite el cultivo de una de ellas, pese a haber superado los controles de seguridad de la EFSA centrados en su cultivo.
Las presiones de los grupos ecologistas europeos en torno a los cultivos transgénicos ha logrado algo nunca antes visto en Europa: permitir a los países regular en contra de lo decidido en Bruselas sin tener que justificarlo científicamente. Fue en 2015 cuando entró en vigor una nueva normativa sobre organismos modificados genéticamente (OMGs) que permitía (y permite) a los Estados miembros prohibir los transgénicos sin que exista evidencia científica alguna. Así, los países pueden prohibir cualquier variedad aprobada a nivel comunitario que haya superado los controles científicos de seguridad EFSA. Los agricultores españoles demandan a los políticos europeos una apuesta firme por la biotecnología agraria que les permita competir en condiciones de igualdad.