ENTRE RIOS DO OESTE, Brasil, 6 ago 2019 (IPS) – El brasileño Romário Schaefer ceba 3.300 cerdos que no son suyos. Los recibe como lechones de cerca de 22 kilos y los devuelve con 130 a 160 kilos, un gran incremento en carne y ganancias para su propietario, un frigorífico local.
Por Mario Osava
A Schaefer no le interesa el negocio de la proteína animal, sino un desecho incómodo de la porcicultura, los excrementos, con los que produce el biogás y la electricidad que impulsan su industria de ladrillos.
“No soy agricultor”, aclara al presentar su Cerámica Stein en medio de una propiedad rural de 38 hectáreas, en las afueras de Entre Rios do Oeste, una municipio rural de 4.400 habitantes del occidente de Paraná, uno de los tres estados de la región del Sur de Brasil, en la frontera con Paraguay.
Trata de distinguirse de sus vecinos porcicultores que producen el biogás y lo venden a la Minicentral Termoeléctrica inaugurada el 24 de julio para generar la energía que sirve a la prefectura municipal (alcaldía) de Entre Rios y todas sus instalaciones en el centro urbano y el resto del municipio.
Para ellos se trata de un nuevo producto agrícola, así reconocido en Paraná para fines comerciales y tributarios, para Schaefer es un insumo para su propia industria, que actualmente produce solo ladrillos.
Los desechos animales, que contaminan el suelo y los ríos, se van convirtiendo en un subproducto importante en el suroeste de Brasil, donde la cría porcina y avícola registró una fuerte expansión en las últimas décadas.
La Granja Haacke, en el municipio de Santa Helena, al sur de Entre Rios, aprovecha las materias fecales de sus decenas de miles de gallinas y centenares de vacunos para producir biogás, electricidad y biometano.
Su biometano, combustible derivado del refino del biogás y que sustituye el gas natural, es usado en vehículos de Itaipú Binacional, la gigantesca central hidroeléctrica compartida por Brasil y Paraguay en el fronterizo río Paraná.
En Mariscal Cándido Rondon, algunos kilómetros al norte, la familia Kohler, pionera en el uso del biogás en su hacienda, asumió otro papel en la cadena de esa energía más que limpia, limpiadora.
Creó una industria de biodigestores, la BioKohler, presente en muchos proyectos que se multiplican en Paraná y en otros estados brasileños, también como portadora de equipos y conocimientos traídos de otros países.
La nueva iniciativa familiar que puede orientar nuevos proyectos es una central eléctrica a biogás con capacidad instalada de 75 kilovatios, construida en la hacienda en asociación con la empresa alemana Mele, con muchas innovaciones tecnológicas “tropicalizadas”.
“Una unidad así solo es viable a partir de 150 kilovatios de potencia, escala que permite diluir el costo de la inversión”, concluyó para IPS Pedro Kohler, quien lidera la rama industrial de la familia.
Schaefer mira la cuestión por el ángulo del consumidor que genera su propia energía. “Sin el biogás mi fábrica no sería viable, no lograría competir y sobrevivir en el mercado”, admitió.
En los últimos años muchas fábricas de productos cerámicos, incluidos ladrillos, quebraron en Brasil y eso pasó también en el oeste del estado de Paraná, tras la recesión económica nacional de 2015 y 2016, que afectó especialmente el sector de construcción y que agravó el alza del costo energético.
El contrato con el frigorífico para el engorde porcino le permitió evitar la quiebra, evaluó el empresario.
“El frigorífico provee todo, alimentación, medicamentos y asistencia técnica. Mi contrapartida es el local y la mano de obra, una pareja (de trabajadores) es suficiente porque todo es automático, y me quedo con el estiércol”, explicó a IPS en su establecimiento.
Eso le permite depositar 1,8 millones de litros de desechos porcinos en el biodigestor, un gran balón cerrado de lona negra, semienterrado en una excavación de unos 10 metros de diámetro, donde se procesa la fermentación por bacterias anaeróbicas.
De allí salen el biogás que alimenta un generador que le aporta 23.000 megavatios/hora al mes, suficiente para ahorrar 25.000 reales (6.500 dólares, al cambio actual), casi la mitad de su factura eléctrica.
En realidad, su microcentral opera solo cuatro a cinco horas al día. Lo hace en las horas punta del consumo, al comienzo de la noche, el período en que es más cara la electricidad suministrada por la compañía distribuidora.
En los próximos meses Schaefer espera añadir 2.000 cerdos a su cabaña de ceba, para lo que construye nuevas pocilgas, y así ampliar la producción de biogás, tanto para generar más electricidad como para alimentar los hornos, en sustitución de la quema de briquetas y residuos de madera.
El empresario acumula 19 años de experiencia con el biogás, inicialmente centrada en su quema como sustituto de la leña, que escaseó un tiempo, y para evitar la contaminación. Mientras lo explica, apunta con orgullo a su chimenea “sin humo”.
En 2013, el alza de costos prácticamente lo forzó a ampliar el biodigestor e instalar la generadora eléctrica.
De la misma forma tuvo que automatizar su fábrica para sobrevivir. “En el pasado empleaba hasta 90 trabajadores, hoy son solo 20 y se triplicó la producción”, destacó.
Mucha persistencia, correcciones de fallos y asistencia de terceros están detrás de sus avances. A veces estuvo a punto de desistir, confesó. Algunas soluciones le llegaron casualmente, como el mezclador para biodigestión recomendado por un funcionario de la embajada alemana en Brasil, durante una visita a su empresa.
De forma similar conoció las ventajas de incorporar suero lechero desechado en la producción de quesos. Su aprovechamiento ofreció un descarte seguro a la industria láctea y evita contaminaciones.
La principal fuente de aprendizaje, apoyo técnico y empuje de los variados proyectos en el oeste de Paraná es el Centro Internacional de Energías Renovables-Biogás (CIBiogás), instalado en el Parque Tecnológico Itaipú.
Fundado en 2013 como una asociación sin fines de lucro de 27 instituciones nacionales, locales e internacionales, CIBIogás cuenta con un laboratorio especializado e implantó 11 proyectos de biogás en propiedades agrícolas y agroindustrias.
Se trata de una fuente energética de usos e insumos variados que exige un largo aprendizaje y con modelos de negocios y mercados aún por definir, no consolidados como ocurre con otras fuentes, observó Rafael González, director de Desarrollo Tecnológico de CIBiogás.
Cada proyecto tiene sus singularidades. Alteraciones en la alimentación animal, que prioritariamente buscan mejorar la producción de carne o huevos, por ejemplo, pueden afectar de forma negativa la producción de biogás.
“Las hormonas en los puercos cambian sus desechos y el biogás”, ejemplificó González en diálogo con IPS.
Hay diferencias entre los desechos animales, los de vacunos son más productivos, pero contienen mucho ácido sulfhídrico (H2S) que provoca corrosión, exigiendo más refino, acotó Daiana Martinez, analista de Informaciones de CIBiogás.
El biometano es actualmente el combustible de 82 automóviles de Itaipú y ya fue aprobado en pruebas con tractores, autobuses y otros vehículos grandes, es mejor producirlo a partir de los excrementos de las aves, que facilitan la retirada del ácido sulfhídrico y el gas carbónico, detalló el director de Desarrollo Tecnológico.
El biogás puede atender hasta 36 por ciento del consumo de electricidad de este país sudamericano de dimensiones continentales y 210 millones de habitantes, estima CIBiogás.
Ese potencial se divide básicamente entre los residuos agrícolas, en que se destacan la ganadería y la vinaza de caña de azúcar, y los desechos urbanos, sumando el desagüe y los depósitos de basura.
Además de evitar la contaminación y la emisión de gases de efecto invernadero, la experiencia local comprueba que el biogás promueve el desarrollo local, agregando proyectos energéticos y una cadena de negocios, como industria de equipos, servicios y arreglos productivos, concluyó González.
Edición: Estrella Gutiérrez
Información de: ipsnoticias.net
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