36 años de insulina transgénica salvando la vida de los diabéticos


A fines del pasado mes se cumplió el aniversario número 36 de la aprobación de la primera insulina transgénica, herramienta que ha mejorado la calidad de vida de los pacientes diabéticos (y sin necesidad de obtenerla desde el páncreas de cerdo como se hacia anteriormente).




Al igual que los cultivos transgénicos en el presente, era una tecnología polémica por aquellos años, pero hoy es totalmente aceptada. Te invitamos a leer una columna de opinión al respecto escrita por el presidente del Consejo Americano sobre Ciencia y Salud.

Pueden parecer tiempos muy antiguos para ​​la generación millenial, pero a finales de los años 1970 se parecía mucho a la actualidad. Estados Unidos estaba dividido por un impopular presidente, el combusible era caro, la industria del cine estaba a las puertas desaparecer… y la ingeniería genética eran de gran preocupación.

¿Los organismos genéticamente modificados (OGMs, o transgénicos, eran una preocupación hace 40 años? ¿No se supone que recién aparecieron en la década de 1990? La respuesta es ‘sí’ para ambos. El término legal OGM se debió a una patente en la década de 1990, pero antes de eso el primer producto comercial era la insulina para diabéticos. Si no estas familiarizado con la insulina, es una hormona producida por el páncreas que regula los niveles de azúcar en la sangre. La insulina elimina ese azúcar en la sangre (lo mueve hacia las células del cuerpo para ser usada como combustible). Sin ella, los diabéticos sufren numerosas complicaciones a largo plazo. La diabetes fue una vez una sentencia de muerte temprana, pero en la década de 1920, los científicos descubrieron que podían usar el páncreas de los bovinos y cerdos para obtener su insulina y, literalmente, inyectarlo en los pacientes. Una mejor manera de obtenerla tenía perfecto sentido como objetivo científico y parecia que el mundo moderno de entonces lo habría aceptado. Pero no lo hicieron. Los activistas más destacados de Estados Unidos, junto con una figura destacada en el partido demócrata, se opusieron.

Si bien hoy en día la insulina transgénica (o recombinante) es considerada como una historia de éxito gigantesco para la salud pública, en 1977, un año antes de que se fundara el Consejo Americano de Ciencia y Salud, las mismas fuerzas políticas y activistas alineadas actualmente contra la ciencia, ya estaban en contra. Sólo los nombres han cambiado. Hoy, es el senador Bernie Sanders, en ese entonces era el senador Ted Kennedy. Hoy en día, los activistas universalmente llaman a todo producto de la ingeniería genética como un “OGM”, pero en ese entonces el público conocía un término más amplio, ADN recombinante, que es lo que representa un OGM: la transferencia de material genético de un organismo a otra planta o animal. Algunos de los estados en contra de la ciencia en ese momento, como Massachusetts, California y Nueva York, son los mismos de hoy en día, aunque han recibido una nueva incorporación en Vermont, mientras que Pensilvania se ha cambiado al campo pro-ciencia. En 1975, el senador Kennedy pidió audiencias para regular estrechamente la investigación del ADN recombinante, y quería que cualquier científico financiado con fondos federales que no lo aceptara, perdiera su subvención del Instituto Nacional de Salud (NIH). Cualquier otro científico sería multado con $10,000 por día. El alcalde de Cambridge prohibió que lo que Kennedy llamó “investigación de alto riesgo” se realice en Harvard y el MIT, a menos que los científicos instalen dos juegos de puertas de cierre automático, sellos contiguos al piso, paredes y techos e instalen un sistema de ventilación como el que se usa en laboratorios que trabajan con tuberculosis, SARS y el virus del Nilo Occidental. Y era solo para trabajar con  bacterias E. coli que de todas formas no se propagan por el aire.

El super-activista Jeremy Rifkin organizó protestas contra los biólogos, con sus seguidores cantando: “No seremos clonados” como una forma de ubicarse en el campo moral del movimiento de derechos civiles de la década anterior. En aquel entonces, como ahora, los activistas no conocían nada de ciencia, de lo contrario habrían sabido que el ADN recombinante no es clonación más de lo que Frankenstein sería un OGM.

Los científicos perseveraron, asegurándose voluntariamente de que todo se hiciera de manera segura antes de que Kennedy y la administración de Carter pudieran encontrar una manera legal de cerrarlos. Llegaron a un consenso sobre el uso de bacterias específicas (cepa K12 de e-coli) diseñadas genéticamente para que, incluso si llegaban al mundo exterior, murieran rápidamente y no tuvieran oportunidad de colonizar el tracto digestivo humano.

En 1982, obtuvimos el primer avance de alto perfil para la investigación de ADN recombinante. Un producto de insulina genéticamente modificada estaba lista y Eli Lilly & Co. presentó la solicitud NDA 18-790 para Insulina Humana Biosintética (BHI) – Humulina. Aunque muchos científicos de la FDA no estaban seguros de por qué lo consideraban una Nueva Entidad Molecular, ya que la secuencia de aminoácidos de la nueva Humulina se produce naturalmente en los humanos (como insulina), todavía adoptaron el enfoque conservador. Fue aprobado rápidamente. Ya no más páncreas de vacas y cerdos: bacterias de E.coli y levaduras, con la ayuda del gen para la producción de insulina humana, se convirtieron en diminutas fábricas de insulina. Desde entonces, la insulina ahora es barata.

Pero toda esa precaución adicional creó el problema mayor que tenemos ahora. Debido a que los científicos estaban tan preocupados por que Kennedy u otras personas los cerraran en la década de 1970, tomaron medidas proactivas para prevenir problemas que podrían no ser científicamente posibles, y publicaron sus esfuerzos para asegurar al público que la investigación con ADN recombinante no estaba abriendo un nuevo mundo de problemas biológicos, esto causó que los activistas comenzaran a promover la creencia de que los científicos estaban siendo muy cautelosos porque su investigación era arriesgada. Comenzaron a recaudar dinero con la idea de que la ciencia nos estaba poniendo a todos en un peligro inminente y solo un gran cheque para un grupo ambiental nos salvaría. Debido a que incluso algo que los científicos de la FDA dijeron que no era una “Nueva Entidad Molecular” fue tratado como tal por la FDA, los activistas, incluidos aquellos que se han abierto camino en la FDA ahora, insisten en que toda la nueva ciencia debe ser considerada como tal, aunque claramente no lo es.

Ese es el legado que nos han dejado. Dos generaciones de activistas han convencido a una franja gigante de estadounidenses y políticos que los representan de que la ciencia “debe demostrarse 100 por ciento segura” antes de que pueda estar en el mercado, una prueba que ningún producto puede soportar. Un popular documental anticientífico presenta a un tipo que no permitirá que sus hijos permanezcan en un campo de maíz sin un traje de protección ambiental. El Centro para la Ciencia en el Interés Público, Centro para la Seguridad Alimentaria, Sourcewatch, Asociación de Consumidores Orgánicos, Consumer Reports, el Dr. Oz, todos reparten esa creencia a sus seguidores para obtener ganancias financieras.

Sin embargo, el éxito de la insulina transgénica muestra que no hay razón para perder la esperanza. La cultura cambia y la década de 1970 terminó de muchas maneras, literal y metafórica. En 1980, el impopular presidente fue destituido de su cargo después de un mandato, luego el combustible volvió a ser asequible y la ingeniería genética ha llevado a un auge tan grande en los alimentos que a nadie en Estados Unidos le preocupa la inanición como lo estábamos en la década de 1970. En cambio, nos preocupa que los estadounidenses estén engordando demasiado. La diabetes, que alguna vez fue una sentencia de muerte, ahora es el arquetipo de una enfermedad manejable.

Dentro de cuarenta años, podríamos considerar que la controversia sobre los OGMs y las unidades de genes y ARN de interferencia, y cualquier otra cosa con la que los activistas traten de asustarnos, es tan pintoresca e ingenua como la posición de Rifkin, Michael Jacobson y Ralph Nader sobre el ADN recombinante y la insulina. Pero la próxima generación de activistas continuará vendiendo miedo y dudas sobre la ciencia, por lo que continuaremos proporcionando evidencia y orientación sensata. Espero escribir sobre todas esas victorias en 2057.